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21 mar 2019

3° DOMINGO DE CUARESMA CICLO C.





Domingo 24 de marzo de 2019.
Éxodo 3,1-8.10.13-15; 1° Corintios 10,1-6.10-12; San Lucas 13,1-9.



“Este árbol es el género humano. El Señor lo visita en la época de los patriarcas: el primer año, por así decir. Lo visitó en la época de la ley y los profetas: el segundo año. He aquí que amanece el tercer año; casi debió ser cortado ya, pero un misericordioso intercede ante el Misericordioso. Se mostró como intercesor quien quería mostrarse misericordioso”.
(San Agustín, Sermón 254,3-4)


Oración inicial:
“Espíritu Santo, incluso cuando nuestras palabras no llegan a expresar bien la espera de la comunión contigo, tu invisible presencia habita en cada uno de nosotros y nos ofreces la paz y la alegría”. Amén. (Hno Roger de Taizé)

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Éxodo 3,1-8.10.13-15; 1° Corintios 10,1-6.10-12; San Lucas 13,1-9.
Claves de lectura:

1.                  "A ver si da fruto". (Evangelio)
En el evangelio de hoy abundan las advertencias. Se cuenta a Jesús que Pilato ha mandado matar a unos galileos y que dieciocho hombres han muerto aplastados por una torre. Para él todos los demás, en la medida en que pecan, están igualmente amenazados. Después el propio Jesús cuenta la parábola de la higuera que no da fruto. Habría que cortarla, pues ocupa terreno en balde y es un parásito. Pero merced a la súplica del viñador, se concede al árbol una última oportunidad: «A ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás». Los primeros acontecimientos deberían interpretarse ya en este sentido: es a cada uno de nosotros al que amenaza la espada de Pilato, a cada uno de nosotros puede aplastarnos la torre. Aquí no se maldice a la higuera estéril, sino que se pone a prueba hasta el extremo la paciencia del propietario; que se cave a su alrededor y se eche estiércol, es una gracia -última- que el árbol no ha merecido. Una gracia que se le otorga y que no produce frutos automáticamente, sino que él, el hombre simbolizado por el árbol, debe hacer fructificar colaborando con esa gracia.

2. «Todo esto fue escrito para escarmiento nuestro». (2° Lectura)
En la segunda lectura se ofrece un resumen de las gracias otorgadas al pueblo de Israel en el desierto: travesía del mar Rojo, alimento venido del cielo, agua salida de la roca, que según la leyenda camina con el pueblo y cuya agua vivificante es un preludio de Cristo. Pero de nuevo toda la descripción debe servirnos de advertencia: el pueblo era ingrato, añoraba las delicias de Egipto, se entregaba a la lujuria, murmuraba contra Dios. Y por eso la mayoría de ellos, por castigo divino, no llegó a la meta, a la tierra prometida por Dios. La Iglesia, que es a quien se dirige la advertencia, no puede dormirse en los laureles, pensando que disfruta de una seguridad mayor que la de la Sinagoga y que al final todo terminará bien. Quizá precisamente por estar más colmada de gracia está también más en peligro. Nadie termina cayendo en peores extravíos que aquellos que estaban predestinados por Dios para convertirse en camino para otros y son infieles a su vocación. Los predestinados a una mayor santidad pueden convertirse en los apóstatas más consumados y peligrosos, y arrastrar consigo en su caída a partes enteras de la Iglesia: «Un tercio de las aguas se convirtió en ajenjo» (Ap 8,11).

3. «Yo soy». (1° Lectura)
En la primera lectura se describe el milagro de la zarza que arde sin consumirse y la elección de Moisés para anunciar al pueblo este nombre de Dios: «Yo soy», como el nombre del Salvador. ¿Qué puede significar esto en el contexto de hoy sino que las advertencias que se dirigen al hombre, y que ciertamente pueden cumplirse, nunca ponen en cuestión la fidelidad de Dios, que camina con nosotros? Así pues, sería un error concluir que la paciencia de Dios con el hombre que no da fruto puede llegar algún día a agotarse, y que entonces al amor divino le sucedería la justicia divina. Los atributos de Dios no son finitos. Pero el hombre sí es finito en su tiempo y sólo puede dar fruto en el curso de su existencia limitada. La advertencia que se le dirige no indica que la paciencia de Dios se haya agotado, sino que sus propias posibilidades, que son limitadas, tienen un fin. Dios no puede pagar un salario a cambio de una vida estéril, como muestra claramente la suerte que corre el empleado negligente y holgazán en la parábola de los talentos.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 234 s.)

MEDITACIÓN.

Dos hechos luctuosos -algunos muertos en una revuelta contra los romanos y el hundimiento repentino de una torre- dan pie para que Jesús hable del juicio de Dios, que vendrá de forma imprevista sobre quien menos se lo espera.
Puede sorprender comprobar el lugar que la consideración de la muerte ocupa en el anuncio del Reino, y a veces incluso comporta un cierto rechazo su tratamiento. No obstante, nuestra condición mortal constituye un "signo" que toda persona ha de saber interpretar. La invitación de Cristo a hacer penitencia no es para que todo el mundo se lave la cara y se maquille un poco para estar "presentable" y entrar como Dios manda en el más allá. La penitencia constituye más exactamente la aceptación de la muerte como una realidad personal que nos encara con nuestra condición creatural.

LA CONVERSIÓN: ACTO LIBRE DEL HOMBRE.
La urgencia de conversión por la proximidad del juicio de Dios es nuestra respuesta a la experiencia de un Dios que viene para hacernos salir de Egipto, que viene a ayudarnos a reencontrar nuestra identidad de seres humanos. Dios escucha el clamor de su pueblo y envía a Moisés para librarlo de los egipcios, sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel (1° Lectura). Un pueblo liberado es un pueblo en conversión. Una conversión continua.
Aun así, igual que al pueblo de Israel no tuvo suficiente con atravesar el Mar Rojo, de alimentarse del maná y de apagar su sed con el agua de la roca, para ser fiel a Dios, así al nuevo pueblo de Dios, a nosotros, no nos basta haber sido bautizados y haber participado de la mesa eucarística para entrar en el Reino de la promesa (2ª lectura). La vida del pueblo en el desierto, nos dice san Pablo, fue escrita para escarmiento nuestro, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquellos.
Por lo tanto, la palabra de Dios de este domingo quiere provocarnos con la vista puesta en la conversión asumiendo, en Cristo, una tonalidad muy particular: Él es la misericordia del Padre, una ocasión ofrecida a cada persona para hacer penitencia. El tiempo de Cristo es el tiempo de la paciencia del Padre, que no tiene "fecha de caducidad". Incluso un largo pasado de esterilidad no impide a Dios conceder otra oportunidad para que dé fruto. No es debilidad, sino amor.

LA CONVERSIÓN: ACTO QUE COMPROMETE.
El camino de la conversión nos puede llevar a decisiones insospechadas. Hay personas que viven situaciones que parecen irreversibles, aparentemente muy difíciles de cambiar; caminos que son duros de volver a recorrer después que se ha pasado por ellos con sufrimiento. No obstante, es siempre válida la llamada a la conversión incluso en estas realidades. Nadie ha dicho que esto sea fácil y rápido. Por eso a estas personas les hace falta la ayuda de la comunidad y de los maestros espirituales que los apoyen en todo momento. No podemos ser "expeditivos" cuando lo que se está jugando es el destino eterno de un ser humano. Comprensión, paciencia, perdón concedido hasta setenta veces siete es lo que conviene. El Señor no ha permitido que se arrancara un árbol hasta ahora improductivo. Un brote de nueva vida es posible en cada primavera.

(Aporte de J. GONZÁLEZ PADRÓS, MISA DOMINICAL 1998, 4, 13-14)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Conocemos los signos de los tiempos que nos toca vivir?
¿Cómo valoramos ciertos acontecimientos desde la fe?


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

NO BASTA CRITICAR.
Si no se convierten, todos perecerán.

No basta criticar. No basta indignarse y deplorar los males, atribuyendo siempre y exclusivamente a otros su responsabilidad.
Nadie puede situarse en una «zona neutral» de inocencia. De muchas maneras, todos somos culpables. Y es necesario que todos sepamos reconocer nuestra propia responsabilidad en los conflictos y la injusticia que afecta a nuestra sociedad. Sin duda, la crítica es necesaria si queremos construir una convivencia más humana. Pero la crítica se convierte en verdadero engaño cuando termina siendo un tranquilizante cómodo que nos impide descubrir nuestra propia implicación en las injusticias y nuestra despreocupación por los problemas de los demás.
Jesús nos invita a no pasarnos la vida denunciando culpabilidades ajenas. Una actitud de conversión exige además la valentía de reconocer con sinceridad el propio pecado y comprometerse en la renovación de la propia vida. Hemos de convencernos de que necesitamos reconstruir entre todos una civilización que se asiente en cimientos nuevos. Se hace urgente un cambio de dirección. Hay que abandonar presupuestos que hemos estado considerando válidos e intangibles y dar a nuestra convivencia una nueva orientación.
Tenemos que aprender a vivir una vida diferente, no de acuerdo a las reglas de juego que hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta, sino de acuerdo a valores nuevos y escuchando las aspiraciones más profundas del ser humano. Desde el «impasse» a que ha llegado nuestra sociedad del bienestar, hemos de escuchar el grito de alerta de Jesús: "Si no se convierten, todos perecerán". Nos salvaremos, si llegamos a ser no más poderosos sino más solidarios. Creceremos, no siendo cada vez más grandes sino estando cada vez más cerca de los pequeños. Seremos felices, no teniendo cada vez más, sino compartiendo cada vez mejor. No nos salvaremos si continuamos gritando cada uno nuestras propias reivindicaciones y olvidando las necesidades de los demás.
No seremos más cuerdos si no aprendemos a vivir más en desacuerdo con el sistema de vida utilitarista, hedonista e insolidario que nos hemos organizado. Nos salvaremos si desoímos más el ruido de los "slogans" y nos atrevemos a escuchar con más fidelidad el susurro del evangelio de Jesús.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA,
BUENAS NOTICIAS, NAVARRA 1985.Pág. 275 s.)

Oración final:
“Dios, Padre nuestro, misterio infinito. Estamos acostumbrados a atribuir a tu acción todo lo que nosotros no sabemos explicar, sobre todo el mal cuyo sentido no logramos captar. Queremos expresarte nuestra voluntad de ser adultos, de asumir nuestras responsabilidades en el mal, y de preferir maduramente el silencio y la adoración del misterio, a la respuesta fácil de achacarte nuestros límites y deficiencias. Nosotros lo aprendemos esto del ejemplo de Jesús, nuestro hermano, tu hijo bienamado”. Amén.

Hno. Javier.


24 feb 2016

PARÁBOLA de la higuera según San Lucas ...

EVANGELIO


Si no se convierten, todos acabarán de la misma manera

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     13, 1-9

     En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió:
     «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
     Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
     Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»


Palabra del Señor.
Introducción

Cuaresma: La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días. Comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. El color litúrgico de este tiempo es el morado. Además no se reza el Gloria, ni se canta el Aleluia.

Recurso:

Opción 1: realizar la representación previa de la clase de ciencias naturales. 
Opción 2: presentar directamente la canasta con frutas.

Materiales previos: necesitamos una canasta con distintas frutas. Un animador o catequista que represente al maestro y algunos alumnos.

La idea sería que en la representación de una clase de ciencias naturales en el colegio, podamos descubrir la gran variedad de frutas que existe, sus cualidades, sus propiedades, lo bien que nos hacen al consumirlas y los cuidados que reciben para que puedan ser buenos frutos.
Se puede presentar el diálogo de una maestra con alumnos que traen las frutas (manzanas, bananas, kiwi, naranjas, mandarinas; propias de nuestras comunidades) distintas en tamaños, colores, formas, brillo, y las van mostrando y contando lo que averiguaron. (sus propiedades en vitaminas, antioxidantes, potasio, fibras etc, etc)
La maestra les hace notar a través del diálogo también todo lo necesario que los agricultores pusieron de cuidado, paciencia, espera en el crecimiento, abono, combatir plagas, riego, poda, quitar malezas, para que estas frutas estén  hoy delante nuestro. (puede hacer la presentación de estas palabras con carteles)


Sugerencias para la Predicación:

Reconstrucción en el diálogo con los chicos de la dramatización anterior.

+ ¿Dé qué hablaban recién los alumnos y la maestra? De frutas, de su variedad, de sus propiedades tan buenas y necesarias, de los cuidados que hay que ofrecerles para que crezcan y maduren… 

+ Saben que hay casas y sobre todo en el interior del país que tienen árboles frutales en sus patios; y que cada vez que uno quiere comer, sólo tiene que salir al patio y tomar la fruta del árbol que desee. A la sombra de ese árbol puede disfrutar de un momento muy especial, de descanso, de encuentro, de juego…

+ Hoy Jesús nos presenta una historia acerca de un hombre que plantó un árbol de higos en su jardín. Después de pasar un tiempo, fue a buscar los frutos, pero no los encontró. Así es que el hombre vio al jardinero, que cuidaba del árbol y le dijo: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"

+ El viñador le dijo: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»

+ Saben que Jesús, al contar esta historia, estaba hablando sobre nosotros y sobre la paciencia de Dios Padre. Nosotros nos parecemos a esos árboles que Dios ha sembrado en su creación y espera que demos buenos frutos en nuestra vida.

+ Dios sabe que somos diferentes, y que cada uno da distintos frutos, por eso tenemos distintas habilidades, carismas, dones, talentos, etc. ¿Todos sabemos hacer todo en la vida? No. Unos saben cantar, otros bailar, otros escribir, otros pintar, etc.

+ Dios quiere que demos frutos, la vida no nos es dada para dar sombra  nada más, y ser estéril. El Señor espera que nosotros demos frutos de acuerdo a nuestras posibilidades; nunca nos va a exigir más de la cuenta, ni va a despreciar nuestros logros, por pequeños o imperfectos que sean.

+ Dios tiene mucha paciencia, por eso no corta el árbol; y nos da una nueva oportunidad: “siempre”. Frente a la esterilidad del árbol, permite empezar de nuevo, con esperanza, remover la tierra, regarlo, abonarlo, para que así dé frutos más adelante.

+ La cuaresma es el tiempo de volver a Dios, de cambiar, de remover la tierra y sacar todo aquello que nos impide dar frutos y ser felices. Demos gracias en este día por la paciencia que el Creador nos tiene y por darnos siempre una nueva oportunidad.

23 feb 2016

Parábola de la higuera ...actividades interactivas

                "Dios de la segunda oportunidad"



 


Escritura: Lucas 13,6-9-Parábola de la higuera.

inicio:  "Perdón de Dios" estará escrito en letras grandes en la pizarra faltándole algunas de las letras. (Ejemplo: Pe___d__n de Di___s.
También puede escribir "Segunda oportunidad" debajo de Perdón de Dios, faltando algunas letras. Acostumbro a escribir el versículo bíblico a memorizar de la misma manera para que los niños lo completen o escriban los número de la cita bíblica mientras se da la lección. ¡Me encanta observar a los niños mientras tratan de adivinar el versículo bíblico de la lección, aún antes de comenzar la clase!
JUEGO DE LA SEGUNDA OPORTUNIDAD: Use una de las ideas abajo indicadas para demostrar la segunda oportunidad de la cual se habla en nuestra lección. La maestra puede usar uno o más de estas sugerencias según les dé el tiempo.
1. Juegue Trivia Bíblica permitiéndole a los niños una segunda oportunidad cuando den una contestación equivocada.
2. Deje que los niños enhebren una aguja y dele una segunda oportunidad utilizando un enhebrador de hilo o una aguja con un ojo más grande.
3. Deje que los niños traten de citar un versículo bíblico y brindarle una segunda oportunidad al brindarle la ayuda de otro niño o del versículo bíblico escrito.
4. La maestra le pide a los niños decir los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos y les da una segunda oportunidad al permitir que otros niños les ayuden.
5. Los niños tiran una moneda para que caiga en un vaso o taza permitiéndole tener una segunda oportunidad si fallan.
6. Haga que los niños tiren un anillo o aro para que caiga sobre una botella o una clavija. Dele una segunda oportunidad si no lo logran.

MANUALIDAD SOBRE EL ÁRBOL DEL HIGO (HIGUERA): La maestra puede tener algunas ramas para que los niños las peguen a una cartulina o papel de construcción. Galletas de higo pueden ser pegadas con cinta adhesiva cerca de las ramas mientras discuten la historia de la higuera en la lección de hoy.

AFICHE GRUPAL-FRUTA DE LA SEGUNDA OPORTUNIDAD:
Opción 1: Deje que los niños tracen o dibujen varias frutas en una cartulina o un papel de estraza colgado en una pared. La maestra le pedirá que escriban cada "fruto del espíritu" debajo de cada una de las frutas dibujadas. Si los niños son muy pequeños, la maestra puede dejar que los niños tracen la fruta y la letras del fruto del espíritu.
Opción 2: La maestra tendrá dibujadas varias frutas en una cartulina o en papel de estraza colgado en la pared con los frutos del espíritu en palabras incompletas para que ellos las llenen, como por ejemplo: A __ ___ ___ (amor), P __ __ (Paz), etc. A los niños les encantará llenar los blancos.

El tiempo para dar fruto es limitado. Dios es don incondicional, pero no puede suplir lo que tengo que hacer yo.
La tarea del ser humano no es hacer cosas sino hacerse, es decir, tomar conciencia de su verdadero ser y vivir esa realidad en plenitud.
¿Qué significa dar fruto? No se trata de hacer o dejar de hacer esto o aquello para "hacer méritos". Se trata de alcanzar una liberación interior que me lleve a hacer esto o dejar de hacer lo otro porque me lo pide mi auténtico ser.
#Cuaresma

PARÁBOLA de la higuera seca , estéril...

Tiempo de prórroga

ri_color_contornoOportunidades y goles
Dios no se cansa de darnos oportunidades. Esto nos llena de esperanza. Siempre cabe la posibilidad de responder positivamente a su plan. Pero, claro, hay que hacer algo por crecer y abrirse al abono con el que el Señor pretende sacarnos adelante. Necesitamos tiempo para madurar y dar fruto, para convertirnos y cambiar la mentalidad del corazón. Dios nos da una buena prórroga para que salgan brotes verdes de nuestra higuera un tanto marchita en el tercer domingo de cuaresma (cfr. Lc 13,1-9). Aprovechemos tantos momentos, personas, circunstancias que se nos brindan para desarrollar nuestra capacidad de acogida, de compromiso, de crecimiento espiritual. En los tiempos de prórroga, como sucede con los partidos de fútbol, puede haber sorpresas: ganar el partido y marcar un buen gol a nuestro egoísmo.
Jesús nos muestra cómo debemos juzgar los acontecimientos históricos, a raíz del asesinato de los galileos o de los que murieron aplastados por la torre de Siloé. Los fariseos veían en cada desgracia un castigo por los pecados. No hay que fijarse en los demás sino en nosotros mismos. Moriremos si no nos convertimos, si no cambiamos de rumbo, si no reconocemos que nos hemos enemistado con el Señor. Conversión no es solo ver y reconocer, también es decidir. “Me decido a vivir de otra manera -afirma Anselm Grün-, a vivir de modo que se exprese la voluntad de Dios y mi propia naturaleza”. La condición necesaria para el éxito en la vida es la conversión.
Jesús compara la vida estéril de una persona con una “higuera que no da fruto”. José Antonio Pagola formula algunas preguntas muy directas: ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Qué significa pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana?
Proceso de maduración
 Son preguntas que nos remueven y nos llaman a la conversión. La conversión supone también la maduración. ¿Qué sentido tiene una higuera sin fruto? Podríamos compararla como una fotografía en blanco y negro al lado de una en color, con algún producto sucedáneo o con una fotocopia del original. A la higuera sin fruto le falta su proceso de maduración.
Este proceso lo descubrimos en la vida de san Camilo de Lelis. Su pasión por los juegos de azar le arrojó a la ruina. Así nos cuenta uno de sus primeros biógrafos su conversión: “¡Ah, mísero e infeliz de mí, qué gran ceguera la mía por no conocer antes a mi Señor! ¿Por qué no he dedicado toda mi vida a servirle? Perdóname, Señor, perdona a este gran pecador”.
Después Camilo dedicaría todas sus energías a los enfermos, poniendo en ello toda su pasión. En una ocasión a un religioso que se había enfadado con un enfermo, le llamó la atención: “Más corazón en esas manos, hermano”. Daremos fruto si ponemos corazón en las manos, a fondo perdido.
Monseñor Juan del Río Martín, en Santidad y pecado en la Iglesia, recoge una cita de san Juan de Ávila, que nos invita a la paciencia en ver los frutos: “Agora es tiempo de sembrar, de trabajos, de pasar heladas, tormentas y trabajos, hasta que llegue el tiempo del coger. ¿Cuándo es o será tiempo del coger? Cuando hobiere pasado el invierno de este mundo y viniere el verano del cielo… Entonces viene para los justos el tiempo sereno, el tiempo alegre y regocijado, cuando cogerán sus fructos no de la tierra sino del cielo”.
¡Nosotros vislumbremos ahora cuánta paciencia tiene el Señor con nosotros! Como el jardinero que no quiere que se pierdan ninguna de sus plantas, así también actúa para que no perdamos la oportunidad de poder crecer, desarrollarnos, darnos cuenta de la fe que recorre nuestras venas. El Padre nos protege, nos riega y cuida. Respeta nuestro ritmo, para que podamos despertar y algún día dar fruto. Pero no podemos beneficiarnos y echar en saco roto su ayuda.
Aprovechemos que el Señor está a nuestro lado para continuar nuestro crecimiento y que nuestra vida dé fruto abundante cuando sea oportuno. Él nos brinda cada día mil oportunidades para crecer. No seamos perezosos y continuemos nuestro proceso vital, tan entroncado en la fe. “Permanecer” en el amor afrontando la dificultad y todo lo que resulte imprevisible, frustrante, conflictivo y fatigoso. Dar fruto al final es el don total de la vida por amor, anclada en un horizonte de valores que escapa a la imaginación. De ahí que recuerde Gianni Cucci que “un buen novelista quizás podría inventar un personaje como el padre Damián, que vivió y murió entre los enfermos de lepra de Molokai, pero para ser Damián se requiere una visión de la vida que dé sentido a una vida semejante. Otro ejemplo sería el padre Kolbe”.
Dibu: Patxi Velasco FANO